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La misión es una labor que no entiende de fronteras ni de comodidad. Lo saben bien las cinco Hijas de la Caridad que componen la Comunidad Interprovincial e Itinerante de Marrakech. Esta pequeña comunidad, formada por cuatro hermanas de cada una de las provincias canónicas españolas de las Compañía de las Hijas de la Caridad y una de México, son testimonio de lo que signa el amor y la entrega hacia los más vulnerables. Sor Maite Martínez Cuesta, misionera HC en Marruecos, nos explica en el artículo de hoy cómo es esta comunidad y cómo ayudan a los más vulnerables:
La Comunidad de Marrakech está compuesta por cinco hermanas, una de cada provincia canónica de España y otra originaria de México, llegada a la misión para dos años, por el proyecto de la luz de Pentecostés.
La Comunidad comenzó su andadura en Melilla a raíz de la petición del Papa Francisco de estar presentes en lugar de frontera. Durante varios años se han atendido a los jóvenes migrantes en situación de calle hasta que fueron acogidos en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Por ese tiempo un seísmo azotó la cordillera del Atlas en Marruecos, provocando un desastre en la zona de la montaña en Marrakech. La Comunidad salió al paso inicialmente con la ayuda de hermanas de las comunidades de Nador y Temara.
En el mes de septiembre de 2024 los superiores decidieron que la comunidad de Melilla se trasladase a Marrakech para ayudar a los damnificados del terremoto, así como a los jóvenes migrantes subsaharianos que son devueltos de la frontera y que, en un nuevo intento de llegar a Ceuta, recalan en Marrakech donde se les ofrece una ayuda que les permita retomar el camino hacia su sueño que es llegar a España y a otros países de Europa.
Las necesidades son muchas y esto exige de nosotras una gran disponibilidad, creatividad, audacia para llegar a los lugares más recónditos donde los daños del seísmo son ingentes. Pero allí te encuentras con hermanos que acogen, que comparten lo poco que tienen, que agradecen, que te hacen sentir verdaderamente familia, y como dijo Dios a Moisés, recordamos sus palabras constantemente: “descálzate porque el lugar donde estás es tierra sagrada”.
Los jóvenes migrantes esperan de nosotras escucha, acogida, comprensión ante su situación nada fácil y una pequeña ayuda que les sostenga los días que vayan a pasar en la ciudad. Nuestro principal problema suele ser no contar con los recursos necesarios para paliar tantas carencias, pero vamos saliendo al paso y la Providencia se hace presente.
Hoy el Papa sigue llamándonos a la acción concreta, a orar, a estar cerca de los migrantes, nos pide compromiso para ser una Iglesia que acoge, escucha y acompaña. Nos pide tender la mano a quienes viven en las fronteras de la desesperanza y del desarraigo, nos sigue llamando a la misión, a seguir, como vicencianos, llevando el amor de Dios a los más vulnerables.
Sor Maite Martínez Cuesta, misionera HC en Marruecos.



