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Con motivo de los 400 años de su fundación, la Congregación de la Misión junto a Juventudes Marianas Vicencianas (JMV), están retomando una de las actividades más importantes que realizaban asiduamente: el envío de voluntarios a la misión. Este año, los países que recibirán voluntarios serán Honduras y Mozambique por lo que, para conocer un poco mejor todo esto, os traemos la primera de una serie de dos entrevistas en los que pretendemos conocer un poco mejor este voluntariado. Así, hoy hablamos con Lucas, miembro de JMV, y con el Padre Isaac, CM, que han viajado este verano a Honduras. Esta entrevista la realizamos antes de su viaje:
PREGUNTA: ¿Qué os ha llevado a dar el paso de iros de misión a Honduras este verano?
LUCAS: Pues… yo creo que al final es un poco también que te invitan. Yo recuerdo el verano pasado que ya Isaac me dijo que íbamos a ver una misión a Honduras… No es algo que viene de pronto sino de antes. Dar el paso no es una cosa de un momento, es una cosa que lo vas queriendo, es algo que va resonando y lo vas buscando. Así, el momento de decir que sí es fácil.
P. ISAAC: Para mí, la misión de Honduras es donde descubrí y terminé de decidir mi vocación. Es la experiencia que tuve antes de ser seminarista, es la que me empujó a decirle que sí al Señor, es mi primer destino, en el que he estado cinco años… y ahora que se juntan la posibilidad de que en verano, al celebrarse los 400 años, no sea solamente un mes sino dos meses y que mi comunidad ha hecho todo lo posible para que pueda marcharme estos dos meses… era una oportunidad que había que aprovechar. Cuando las cosas van saliendo, siempre decimos que es cosa de Dios.
P.: ¿Qué imagen tenéis del país al que vais?
L: La imagen que yo tengo es de lo que te cuentan aquí. Si que es verdad que hay documentales y videos que se han hecho, pero aun así no te haces mucho a la idea hasta que llegues. Yo, más que quedarme con las cosas malas (es un país más pobre con mucha pobreza, hay mucha diferencia entre ricos y pobres…) tengo ganas de ir y descubrir.
P. I.: Yo la visión que tengo es la de hace 6 años cuando salí de allí. No he seguido la política de Honduras ni la situación, si que la conozco por mis compañeros cuando nos escribimos o cuando vienen de visita y pasan por casa. La situación sigue siendo la misma: corrupción política, la policía no fiable, mucha pobreza, mucha miseria… y en medio de todo eso, la Iglesia, que sigue intentando dar un poquito de luz.

P.: ¿Qué tipo de actividades vais a realizar allí? ¿Ya conocéis el lugar o la comunidad en la que estaréis?
L: Bueno, yo voy un poco a la aventura. Si que la misión tiene como dos partes: los primeros son misiones parroquiales: predicaciones, visitas en casa…, un poco más la parte pastoral. El resto del tiempo estaré conociendo un poco y ayudando en lo poco que pueda en las obras sociales que hay allí, que Isaac se las sabe mejor que yo… [ríe]
P. I.: En la misión a la que vamos, las obras sociales tienen varias partes. Durante el mes de julio, la primera quincena es en San Pedro Sula, la segunda quincena es en Tegucigalpa, que es la capital, y el mes de agosto es en la Moskitia, en la zona indígena. Esto es lo que está programado como misión parroquial por los 400 años, pero cada uno, según sus circunstancias, entra o no entra. Lucas, en la primera quincena, sí que será en la misión parroquial en San Pedro Sula, en la Colonia La Primavera, que está cerquita de Tegucigalpa. Es justamente en las faldas de la montaña del Merendón.
Terminado eso participará en los proyectos sociales. Tenemos el de Puerta Abierta (que es con enfermos de VIH), Amigos para Siempre (que es con niños y niñas de la calle), La subida al Merendón, donde sube todos los días una ambulancia con enfermeras y medicinas, porque son situaciones complicadas…



Yo en la primera parte no estaré porque viajo una semana más tarde a Honduras, así que directamente me incorporaré a la misión de Tegucigalpa, también Las Colonias, y luego, el mes de agosto, en la zona indígena de la zona de Puerto Lempira.
P.: ¿Cómo entendéis el carisma vicenciano en el contexto de la misión? ¿Creéis que os ayuda a vivir esta experiencia de una manera distinta?
L: A mi se me resume siempre en que es encontrar a Cristo en los pobres. Para mí la misión al final es ir allí donde están estas situaciones de pobreza, acercarse lo más posible y trabajar con ellos. Para mí es, claramente, como se condensa y como se manifiesta lo que es el carisma.
P.I.: El carisma vicenciano es un estilo de vida, un estilo de entender, de ver a los demás, de servir… y se puede hacer aquí como se puede hacer en la misión. El lema de estos 400 años de aniversario de la fundación de la Congregación es, justamente ese: “Caridad y Misión”. Estar en la misión es propiamente algo de nuestro carisma. La Congregación de la Misión, lo primero que fundó San Vicente, las AIC, JMV, la Sociedad de San Vicente, la AMM, COVIDE-AMVE… depende de la apertura que tengamos a ese carisma. Se puede ser vicenciano aquí y allí, y se puede no ser vicenciano aquí y allí, aunque la realidad sea distinta. Depende de lo que cada uno quiera aportar.
P.: ¿Habéis recibido alguna formación previa o preparación específica para la misión?
L: Desde JMV, una de nuestras facetas es la misionera, es algo que siempre está latente. Si que es cierto que las formaciones misioneras que antiguamente se hacían, como tal, ya no están. Pero yo creo que al final esto se ha poniendo en otras facetas como las catequesis que te dan o en encuentros de verano se trata. Luego si que hemos tenido varias reuniones de concienciación de lo que íbamos a hacer, de como era la realidad, de cosas logísticas…
P.I.: Yo, la primera vez que fui a Honduras, sí que recibí una formación de JMV. Para ser misionero no hace falta ninguna formación, la que te comentaba eran como 5 o 6 fines de semana donde se leía, se escuchaba y estudiaba un montón. Al llegar a la misión la realidad era completamente distinta y lo que habías estudiado no servía de nada.
La mejor formación es ir abierto a lo que te encuentres, sin prejuicios y sabiendo que es una realidad distinta, una cultura distinta, en la que tú no vas a hacer absolutamente nada (dos meses dan para absolutamente nada, simplemente para estar, conocer, empaparte y compartir con las personas que están allí). Yo ahora no he recibido ninguna formación específica para ir esta vez, porque tampoco la veo necesario no porque me crea que se suficiente.

P.: ¿Cuál ha sido la reacción de vuestras familias y amigos ante esta decisión?
L.: Pues hombre, a mi madre no le hizo mucha gracia eso de irme dos meses en verano, ¿no? Porque al final es cuando todos tenemos vacaciones, cuando compartes más tiempo… y bueno, pues al final le pilló un poco de sorpresa, yo creo. Si que es verdad que siempre he sido inquieto, pero al final por mi carrera estoy mucho en casa, en verano tenía mis encuentros de JMV, 10 o 15 días, pero claro, esto de dos meses, a otro país… Pero ahora, la verdad es que está muy contenta. Me dice que hasta le da envidia. Por parte mis amigos, gente querida y demás la reacción ha sido muy buena, se han alegrado mucho.
P.I.: Mis padres tienen asumido que me encanta Honduras, que no me quise volver de Honduras, pero el visitador me mando a estudiar aquí y tuve que venirme… Lo que si es en parte lo que dice Lucas, que es en verano, es decir, yo no voy a tener este año vacaciones en casa con mis padres. Me dice: ¡Jo! ¿y tenían que ser los dos meses? ¿No podía ser un mes allí y otro aquí, con nosotros? Pero bueno, en el fondo saben que como es lo que me gusta y me hace feliz, pues ellos bien.
P.: ¿Hay algo que os dé vértigo o respeto antes de partir?
P.I.: ¡A mí no! [reímos todos]
L.: Hombre, a mí… un poco más a nivel de andar por casa, sí que es verdad que es un país muy distinto. Entonces, yo… quizás el no saber por donde moverte, adaptarse al modo de vida que tienen allí… un poco esos primeros días. Luego estoy seguro que ya te haces, pero a mi me da eso… el quedarte un poco parado y decir: Bueno, ¿y ahora qué toca? ¿Esto cómo se hace? Pero bueno, yo creo que todo irá fluyendo.
P: ¿Pensáis compartir vuestra experiencia a la vuelta?
L.: Sí, claro. En JMV, que lo que es la misión la estamos retomando un poco ahora. La gente te pone casi un poco de presión: Ya cuando vuelvas… Creo que será testimonio de lo que ha sido porque la fe no te la puedes guardar para ti.
P.I.: Yo creo que el compartir es a través del testimonio. Yo en la realidad en la que me muevo ahora, la Parroquia de San Vicente de Paul en Carabanchel, los feligreses saben que me voy dos meses en verano a misiones a Honduras. Muchos muy contentos de que vuelva allí.
La forma de compartir es, sobre todo, en el día a día, en conversaciones privadas, en comentarios… más que de una forma tipo entrevista, que parece que si que va a ver [reimos]. Pero sí, va a ser más de esa forma.
P: Padre, ¿cuál es el sentido profundo que tiene una experiencia misionera como esta para los jóvenes?
P.I.: Pues, el entender otra forma de celebrar, el entender otra forma de vivir, es decir, el cambiarte el chip. Nosotros somos europeos, somos occidentales, muy racionales, muy de los cuadriculado, muy de programaciones, muy de que todo tiene que tener sus objetivos, sus competencias… y muchas veces nos perdemos en una fe muy protocolaria, es decir, esto es lo que hay que hacer, esto no está bien visto… cosa que allí, te encuentras una habilidad y una cultura distinta, una fe mucho más celebrativa. Esto luego se puede traducir en nuestra vida aquí, en nuestro día a día. El ver otras formas de hacer, el ver otras formas de vivir y el ver que, incluso aunque haya unas carencias sociales mayores a las que hay aquí, su fe es mucho más viva.
P: ¿Qué papel juega la figura del sacerdote en este tipo de misiones breves?
P.I.: Acompañar, quiero decir… Mi vocación la tengo clara, no va a ayudar a mi vocación. Si me va a ayudar personalmente porque si que he estado allí, con lo cual me voy a encontrar con gente con la que he compartido, con la que he vivido cinco años y he trabajado con ellos. Pero, nuestro papel con los jóvenes es, sobre todo, acompañar. No es un servicio misionero o una experiencia misionera para mí, es una experiencia misionera para ellos desde el punto de vista de su maduración en la fe.


P.: ¿Qué impacto tiene en la comunidad?
P.I.: Para ellos, alguien que deje el paraíso (para ellos Europa y América lo son), que deje sus comodidades, que deje su familia para ir, solo con eso, para ellos es algo grande.
P.: En un contexto de tanta desigualdad como Honduras, ¿cómo se puede ser luz y esperanza sin caer en el asistencialismo?
P.I.: Pues esto se responde con la pregunta que me hiciste del carisma vicenciano. El carisma vicenciano es contrario al asistencialismo, que es pan para hoy y hambre para mañana. La verdad que, en este tipo de misiones, lo bueno es que ya hay una estructura, una base y unos proyectos en los que se siguen esas líneas. Con lo cual, personalmente caer en eso depende de cada uno, pero es complicado porque no vas por libre.
P.: ¿Qué esperáis recibir personalmente de esta nueva misión?
L: Es curioso porque al final, sí que creo que muchas veces vas de misionero y al final recibes más de lo que das. ¿Qué espero recibir a nivel personal? Al final a mi siempre me ha llamado mucho la atención y me he sentido un poco llamado a las personas en situaciones más duras o de pobreza, entonces si que espero un poco ver y, como decía Isaac, abrir el corazón. Pienso también que en estas cosas vamos un poco llamados y a lo que Dios nos quiera decir. Entonces esperar, no espero nada, voy abierto a lo que tenga que ser y a lo que me quiera decir Él. P.I.: Primero, lo que decía antes, encontrarme con mucha gente conocía y compartir con esa gente con la que compartido años. Luego, sobre todo, el reafirmar mi fe y mi vocación. Como decía antes, mi decisión de ser Misionero Paul y entrar en el seminario fue en Honduras, mi primer destino como sacerdote y como diácono fue Honduras, entonces si que está ese vínculo y el reafirmar todo esto.
