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Si hay algo en lo que una misionera “ad gentes” anda escasa, es siempre el tiempo y, aun así, en sus contadas visitas a su país, la agenda es apretada y siempre se encuentra un hueco para un imprevisto; esa es la razón por la que queremos agradecer a Sor Mónica su disponibilidad para compartir sus experiencias con el equipo de COVIDE.
PREGUNTA. Bienvenida, Sor Mónica. Es la primera Navidad, en 13 años, que pasas en España. Cambias del calor caribeño al frío invierno de Madrid. ¿Qué otros cambios has notado, en estas fechas navideñas, que quisieras destacar?
RESPUESTA. El frío climático se alivia con un buen abrigo; una se aclimata rápido. Es cierto que me han sorprendido varias cosas: la decoración de la ciudad, sus calles, plazas y jardines, una espléndida iluminación, es casi una tradición, pero… echo en falta los símbolos que recuerdo, alusivos a las fiestas que celebramos, la NAVIDAD. He visto las calles abarrotadas de gente, la mayoría cargadas con paquetes y bolsas … y los centros comerciales llenos a tope. Me sorprende este consumismo que perece llenar las vidas en una sociedad que corre muy rápido sin tener claro hacia dónde va.
P. ¿Cómo nació tu vocación de Hija de la Caridad?
R. Mi vocación nació y creció desde JMV. Allí comencé a preguntarme lo que el Señor quería de mí, cual quería que fuera mi misión en este mundo. El servicio realizado en diferentes lugares, desde JMV, fue ayudándome a descubrir que, en el encuentro con Jesús en los pobres, era donde me sentía realizada plenamente, donde la alegría llenaba mi corazón de manera más profunda y duradera. Sentí que el Señor me pedía no ratos de mi vida sino mi vida entera entregada a Él en el servicio de nuestros hermanos más necesitados. En 1996, al terminar la Diplomatura en Enfermería, ingresé en el seminario de las HHCC.
P. ¿Desde cuándo, cómo y porqué tu llamada y respuesta a la misión en Haití?
R. En 2010 yo estaba realizando mi servicio como enfermera en la comunidad de la Clínica de La Milagrosa en Madrid. Allí, antes las imágenes del terremoto de Haití el 12 de enero sentí que el Señor me pedía algo más, que yo no podía quedarme con los brazos cruzados, que yo podía aportar algo en esa situación tan terrible. Y me ofrecí para ir a ayudar. El Consejo General, algunos días después de este suceso, me eligió para ir a Haití, formando parte de un equipo interprovincial de hermanas. En los tres meses pasados allí, pude aprender y descubrir que los pobres nos enseñan y nos dan mucho más de lo que nosotros podemos aportarles. Y que yo no había ido a Haití para ayudar sino para que ellos me ayudaran a mí a descubrir el sentido más profundo de mi vocación: compartir mi vida con los más necesitados, estar a su lado, y ser junto a ellos una luz de esperanza.
Esta experiencia revivió en mi la vocación misionera que en mi juventud existía y, a mi regreso, pedí ir a la misión ad-gentes. El Consejo General aceptó mi petición y, en el 2011, me envió a Haití, esta vez ya a formar parte de la provincia del Caribe integrada por la República Dominicana, Puerto Rico, Cuba y Haití. Desde hace unos años soy miembro del Consejo Provincial.
P. ¿Cuáles son las características de la población atendida por las Hijas de la Caridad?
R. Nuestras misiones en Haití están al servicio de la población más necesitada. Realizamos atención sanitaria para toda la población, pero dando prioridad a los mujeres embarazadas y niños, que son dos de los colectivos más vulnerables de esta sociedad. También gracias a un centro de día podemos atender a un grupo de ancianos la mayoría sin familia y sin recursos, que vienen a nuestro centro y aparte de socializar entre ellos, lo que les aporta alegría y vida, pueden mejorar su alimentación. En nuestras escuelas los alumnos proceden en su mayoría de familias con muy escasos recursos económicos, con trabajos informales de venta ambulante, agricultura o construcción; muchas familias monomarentales, con numerosos hijos, donde la mujer es la que lleva la carga familiar. Los alumnos reciben, además de la formación, el desayuno y la comida Sus condiciones de vida son muy difíciles: viviendas muy precarias, difícil acceso a atención sanitaria… a todo esto se añade la inseguridad que obliga a muchas familias a abandonar sus hogares para desplazarse a otras zonas huyendo de las bandas armadas.
P. ¿Cuántas HHCC hay Haití y servicios que prestáis?
R. En Haití en este momento somos 20 Hijas de la Caridad de 5 nacionalidades diferentes, repartidas en 5 misiones. Allí, como te decía, realizamos servicios de atención sanitaria en 2 centros de salud y una clínica móvil que atiende a poblaciones rurales muy alejadas en zonas montañosas.
Yo, concretamente, pertenezco a la comunidad de la Medalla Milagrosa, que es un centro de salud y centro de día para ancianos. Atendemos diariamente a más de 180 personas: niños, adultos, mujeres embarazadas…Desarrollamos programas de tratamiento y soporte de enfermos con tuberculosis y recuperación de niños con malnutrición; también de educación de la salud comunitaria, vacunación, laboratorio y ecografía. En el centro de día acogemos más de 40 ancianos y, a los que no pueden desplazarse, se les facilita la comida en sus casas
En educación contamos con tres escuelas primarias con casi 2000 alumnos. Tenemos varios programas de apadrinamientos de niños y jóvenes de escasos recursos para apoyarlos y ayudarles a poder continuar sus estudios. Además, acompañamos diferentes ramas de la Familia Vicenciana: JMV, AIC, AMM y SSVP. Realizamos visitas a domicilio a enfermos, familias, ancianos… Además de estar siempre disponibles para acoger y apoyar en la medida de nuestras posibilidades a todo aquel que llama a nuestra puerta.
P. ¿Cuál es, en general, la respuesta de las personas a las que servís?
R. Las personas que se acercan a nosotras y se benefician de nuestro servicio agradecen mucho nuestra presencia, no sólo lo que hacemos por ello, si no también lo que somos. Nos ven como un rayo de luz y de esperanza en medio de tanta oscuridad y dificultad. Se sienten acogidos, valorados, escuchados, tratados como personas.
P. Aparte de la situación de pobreza extrema, ¿qué es lo más difícil para poder llevar adelante vuestros proyectos?
R. Las mayores dificultades para llevar adelante nuestros proyectos son dos: La inseguridad e inestabilidad del país, que impide en muchos momentos el funcionamiento normal de nuestros servicios y el acceso de la gente a ellos; y la escasez de recursos. Cada vez más los precios se van incrementando sin control y esto disminuye nuestra capacidad de llegar a todo lo que querríamos alcanzar.
P. ¿Cómo superáis las misioneras las dificultades de cada día, las carencias, la impotencia de no llegar a todo etc.? ¿De dónde sacáis las fuerzas?
R. Ante tanta pobreza y necesidad es verdad que uno encuentra dificultades y a veces se siente impotente. Pero hay dos cosas que nos ayudan. La primera, la oración. Sin ella no es posible seguir adelante. El Señor es la razón por la que estamos aquí en la misión y si no nos mantenemos en constante y fuerte relación con Él no tiene sentido nada de lo que hacemos o vivimos.
La segunda es el contacto con la gente. Su fe alienta la nuestra. Ellos siempre confían, crecen, esperan a pesar de tantas situaciones difíciles. Y, además, el poder ver eres capaz de hacer algo concreto por mejorar sus vidas, aunque sea de una sola persona, le hace a uno sentir que merece la pena lo que estamos haciendo y viviendo.
P. En vuestra vida misionera ¿qué papel juegan, a distancia, las comunidades que os vieron nacer en la vocación? ¿De qué manera las sentís cerca?
R. En mi caso, mi familia es para mí una fuerza fundamental. Sé que están siempre ahí, rezando por mí, apoyándome. Aunque les cueste, ellos comparten conmigo esta vocación, son parte de ella, se preocupan y sufren con la gente, como si estuvieran aquí. De hecho, hace unos años ellos estuvieron en Haití compartiendo con nosotras 1 mes en la misión.
También siento el apoyo de mi Provincia de origen, España Centro. Su cercanía a través de mensajes, llamadas, de su preocupación, que te hacen saber que no estás sola, que no te olvidan y que están cerca de nosotros en la oración.
Y no puedo olvidar también las experiencias, testimonios y oración compartida con las Hermanas de las comunidades en las que he estado anteriormente, ellas han tenido y tienen un papel importante.
Y, por supuesto, COVIDE. Vuestro apoyo, vuestra tarea permite sostener muchos de nuestros proyectos. Vuestro trabajo en la prospección, sensibilización y captación de fondos es trascendental, la canalización y seguimiento de las ayudas hace posible que siga adelante nuestra atención directa a los hermanos que más lo necesitan.
P. ¿Cuáles son los proyectos más importantes que estáis desarrollando en Haití?
R. En este momento, en Haití. a causa de la inseguridad, no podemos realizar grandes proyectos. Pero nuestras obras y servicios siguen ofreciendo programas de atención sanitaria y educación, así como ayuda a personas desplazadas que necesitan apoyo para poder alquilar un alojamiento para sus familias. También tenemos proyectos de apoyo a jóvenes que quieren proseguir sus estudios profesionales o universitarios. Proyectos con agricultores para ayudarles en la compra de semillas para sus cosechas; reparación de casas, o apoyo a familias de escasos recursos para que puedan poner en marcha pequeños comercios. También la alimentación a niños con malnutrición, ancianos y enfermos de tuberculosis. Donde hay una necesidad, buscamos una respuesta.
Sor Mónica, es una bendición que hayamos podido compartir contigo este
gozo del que sirve a Dios y a los pobres y es feliz llevándolo a cabo. Nuestra
oración por las misioneras y misioneros y por el pueblo haitiano es un
compromiso que no vamos a olvidar.
¡MUCHAS GRACIAS Y FELIZ REGRESO A LA MISIÓN!