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PREGUNTA: Bienvenida Sor Teodora, ¿Qué tal estos primeros días en España? ¿Has notado mucha diferencia respecto de Madagascar?
RESPUESTA: Pues mucha diferencia porque allí, ahora mismo, no tenemos ni agua ni luz por las circunstancia, cambios y arreglos. También me sorprende el gasto que hacéis aquí, la gran abundancia que tenéis de todo me llama mucho la atención. A pesar de que llevo muchos años volviendo a España, siempre me llama la atención cuando llego.
P: ¿Cómo, cuándo y dónde sentiste la llamada para ser hija de la caridad y dedicar tu vida a los más necesitados?
R: Pues yo tenía 17 o 18 años, aunque tuve una llamada de pequeñita cuando vinieron unas monjitas a mi pueblo, de las hermanitas de los pobres a pedir por las casas, y yo me dedicaba a seguirlas por donde iban. No sé que pasaría, quizá la divina providencia que empezaba mi camino… no lo sé… pero así fue.
Con 17 años estuve trabajando con las hermanas en una guardería aquí en Madrid, la guardería de Vallecas. Por aquel entonces, a mí me gustaba mucho salir a bailar y, cuando volvía, una amiga con la que vivía me preguntaba: y tú, ¿qué has sacado?. Yo reflexionaba y claro, no había sacado nada… Además, la virgen milagrosa siempre ha estado conmigo ayudándome y preparándome el camino.
P: ¿Cómo tu primera impresión cuando llegaste a Madagascar por primera vez? ¿Ha cambiado esa perspectiva desde entonces?
R: Mi primera impresión fue una purificación porque yo llegué a la capital, a trabajar allí en el Hospital, en la especialidad de pediatría. En mi comunidad éramos cinco hermanas: dos francesas, una americana, una malgache y una española. Éramos una comunidad internacional muy rica y muy purificadora porque teníamos que adaptarnos a la mentalidad de los otros. También había mucha pobreza, y eso lo viví desde el mismo momento en que llegué allí. Luego me enviaron a Ambobombe, en el sur del país, donde estuve 16 años. Allí nos venían niños de otros pueblecitos o poblados totalmente desnutridos.
Desde entonces esa sensación inicial ha cambiado muchísimo, sigue habiendo esa desnutrición pero en menor medida.
P: ¿Cómo es un día típico en tu labor como misionera en el país?
R: Normalmente es muy intenso. Nos levantamos a las 4:30 de la mañana, rezamos hasta a las 4:50 o las 5:00, tenemos la misa a las 6:00 (si es la época calurosa a las 5:45), vamos a desayunar y nos preparamos para ir al servicio. En el servicio estamos hasta la hora de comer. Tras la comida descansamos una hora más o menos y volvemos al servicio entre las 14:30 y las 15:00.
P: ¿Cuáles son los principales desafíos a los que te enfrentas en tu labor misionera?
R: Para mi es la educación sanitaria. Intentamos solucionarlo con formación, hablándoles de las diferentes enfermedades, de los problemas del tabaco (especialmente masticado conocido allí como paraki), el ir a los brujos (muchas veces gastan todo su dinero para curarse de enfermedades, pero no mejoran).
P: ¿Cuáles son los principales proyectos que realizáis en Madagascar? ¿Algún nuevo proyecto que tengáis en mente?
Tenemos un proyecto de educación de los niños de educación infantil. Queremos darles una educación completa para que puedan integrarse en la vida, como si fueran personas normales. Muchos tienen problemas porque les han abandonado y ese lastre lo llevan muy adentro y no lo pierden, es algo que les marca para toda la vida.
Recientemente hemos puesto las becas de estudio para estos niños y un proyecto avícola, que nos costó mucho poner en marcha porque los pollitos pequeños son muy caros.
P: ¿Qué tipo de ayuda es la que más necesitáis actualmente?
R: Pues la comida para los niños, son muchos y necesitan comer tres veces al día. Intentamos darles a media mañana o media tarde algún tentempié o merienda. Allí la comida es cara y es lo que más necesitamos ahora mismo.
P: ¿Cómo transmitís el mensaje vicenciano en vuestra comunidad?
R: Pues allí está muy integrado, tienen sus movimientos como las Juventudes Marianas Vicencianas que están en pleno apogeo. En nuestra casa, JMV, tienen unos 120 miembros. En otras casas tienen la Asociación de la Medalla Milagrosa, la Asociación de las Hijas de María, etc.
P: Por último, ¿qué mensaje te gustaría transmitir a todas las personas que apoyan este tipo de proyectos?
R: Les diría lo que me dice una señora: “Gracias de haberte conocido podemos colaborar y ser más felices.” Yo creo que ese es el mejor mensaje porque te dicen lo que tu llevas dentro y que ven desde fuera. Es una alegría tan profunda que viene del Señor que te da la satisfacción de poder hacer un servicio para los pobres y elevar la dignidad de la persona.